Ya se acerca el día del Apocalipsis.
Ya suenan las trompetas del Juicio Final.
El Armagedón se aproxima inexorable.
Ya se escucha por los pueblos y ciudades de España un sonido chirriante y desquiciante, como el de una tiza sobre una pizarra en un colegio de los años 50.
¿Será que la marabunta ha cruzado el Atlántico?.
¿Será que la plebe se ha puesto a pensar y las neuronas sufren un rozamiento insoportable debido al uso esporádico y consecuente oxidación, causando un sonido audible?
¿Será que la morisca ya afila los alfanjes, presta al degüello?.
No, no y no.
Es el rechinar de las dentaduras, ora desgastadas, ora postizas, del pensionerío patrio, cuando rumía la ruina que va a suponer el medicamentazo promovido por estos bobos solemnes, maqueados de gente seria, que es nuestro gobierno.
Tu puedes dar una paliza a una ancianita y robarle la cartera.
Puedes quitarles el bono-bus que utilizan para desplazarse a la playa del Campello a tomar el cafelito y, mirando al Mare Nostrum, despellejar a la amiga íntima que ha cometido el craso error de faltar a la cita diaria, momento que aprovecha la manada de hienas octogenarias para sacar todos sus trapos sucios y, de paso, endilgarle los de ellas.
Puedes incluso bajarles la pensión por el artero método de subírsela un generosísimo puntito y subirles el IRPF tres míseros puntos, hasta que tengan que comerse las orejas de pura hambruna.
Pero, !ah amigo!, como cometas el error de hacer pagar esa ambulancia que utilizan para ir al Hospital o al Centro de Salud para que le vea el especialista esa verruguita que que le acaba de salir hace trescientos años.
Como le digas que tiene que abonar esa resonancia de las rodillas, que le duelen no sabe por qué, porque hace sesenta años no le dolían y tampoco sabe qué tiene que ver el que tenga 98 años.
Como le digas que ha de aflojar la buchaca por hacerse unos análisis cada 15 días para ver si le ha subido el colesterol.
Como tengas la osadía de decirles que tienen que pagar una parte de lo que cuesta una densitometría, innecesaria porque ya se sabe que con un pie en la tumba, lo normal es que se rompa la cadera si se cae rodando tres tramos de escalera.
Te tragas de través el fonendoscopio, el aparato de tensión, la báscula y la camilla.
Y ya, como colofón, como agravio insoportable, les vana hacer pagarse el Ibuprofeno y el protector gástrico (como si ya les quedara estómago que proteger).
O me dan una bata de titanio con cañones laser, o lo que es el menda coge la baja.
Y es que el pensionariado, por un ibuprofeno ma-taaaaaaaaaaaaaaaa.
Ya suenan las trompetas del Juicio Final.
El Armagedón se aproxima inexorable.
Ya se escucha por los pueblos y ciudades de España un sonido chirriante y desquiciante, como el de una tiza sobre una pizarra en un colegio de los años 50.
¿Será que la marabunta ha cruzado el Atlántico?.
¿Será que la plebe se ha puesto a pensar y las neuronas sufren un rozamiento insoportable debido al uso esporádico y consecuente oxidación, causando un sonido audible?
¿Será que la morisca ya afila los alfanjes, presta al degüello?.
No, no y no.
Es el rechinar de las dentaduras, ora desgastadas, ora postizas, del pensionerío patrio, cuando rumía la ruina que va a suponer el medicamentazo promovido por estos bobos solemnes, maqueados de gente seria, que es nuestro gobierno.
Tu puedes dar una paliza a una ancianita y robarle la cartera.
Puedes quitarles el bono-bus que utilizan para desplazarse a la playa del Campello a tomar el cafelito y, mirando al Mare Nostrum, despellejar a la amiga íntima que ha cometido el craso error de faltar a la cita diaria, momento que aprovecha la manada de hienas octogenarias para sacar todos sus trapos sucios y, de paso, endilgarle los de ellas.
Puedes incluso bajarles la pensión por el artero método de subírsela un generosísimo puntito y subirles el IRPF tres míseros puntos, hasta que tengan que comerse las orejas de pura hambruna.
Pero, !ah amigo!, como cometas el error de hacer pagar esa ambulancia que utilizan para ir al Hospital o al Centro de Salud para que le vea el especialista esa verruguita que que le acaba de salir hace trescientos años.
Como le digas que tiene que abonar esa resonancia de las rodillas, que le duelen no sabe por qué, porque hace sesenta años no le dolían y tampoco sabe qué tiene que ver el que tenga 98 años.
Como le digas que ha de aflojar la buchaca por hacerse unos análisis cada 15 días para ver si le ha subido el colesterol.
Como tengas la osadía de decirles que tienen que pagar una parte de lo que cuesta una densitometría, innecesaria porque ya se sabe que con un pie en la tumba, lo normal es que se rompa la cadera si se cae rodando tres tramos de escalera.
Te tragas de través el fonendoscopio, el aparato de tensión, la báscula y la camilla.
Y ya, como colofón, como agravio insoportable, les vana hacer pagarse el Ibuprofeno y el protector gástrico (como si ya les quedara estómago que proteger).
O me dan una bata de titanio con cañones laser, o lo que es el menda coge la baja.
Y es que el pensionariado, por un ibuprofeno ma-taaaaaaaaaaaaaaaa.
Me veo atendiendo a cuarenta así todos los días. Que Dios me coja confesado.